La civilización maya, es considerada como la más original y sofisticada cultura antigua del continente americano gracias a sus grandes logros en lo artístico, la agricultura, arquitectura, conocimiento astrológico y estructura social que permaneció por más de dos mil años en extensos territorios comprendidos desde El Salvador, Honduras, Guatemala, Belice y llegando hasta el sureste de México en la península de Yucatán. Admiración y reconocimiento se mantienen con los que desde el siglo XVI los conquistadores españoles fueron cautivados, hasta nuestros días por la cantidad de mitos, leyendas y vestigios que siguen contando historias y dándonos idea de lo que en sus tierras nació y sucedió para dejarnos el legado del que la región y sus descendientes se enorgullecen.

Compartiremos aquí un par de creencias sin adentrarnos en la profundidad  histórica ni antropológica de la que la cultura maya amerita, puesto que de ello existen ya grandes textos y publicaciones con un análisis más exhaustivo.

Parece hoy en día bastante fácil asimilar la existencia de los mayas y pensar que simplemente fueron una cultura que a raíz de la agricultura y la oportunidad de poder disfrutar de los beneficios del sedentarismo, el establecimiento de nuevos pueblos, ciudades y civilizaciones serían una inminente realidad. Pero detengámonos un momento a pensar, ¿Cómo es que una civilización que aprendió a dominar la siembra del maíz, el frijol, la calabaza y el chile, llegó a controlar tanto territorio, durante miles de años y dejó un legado tan importante del que hoy nos seguimos sorprendiendo? ¿Habrán sido su organización política y estructura social la base de su progreso?

Fray Diego de Landa. Retrato , galería de los obispos en la sala capitular de la catedral de Mérida, Yucatán

Los primeros registros de que esta civilización había llegado para cautivar, se describieron por el padre Fray Diego de Landa en 1566, en un documento llamado “Historia de las cosas de Yucatán”, ahí se relata la majestuosidad de los monumentos de Izamal, Chichen Itzá, Mayapán y de T’hó, antigua ciudad de Puuc en donde a raíz de la conquista española, se erigió la ciudad de Mérida, corazón y centro del dominio español en las Tierras Mayas del Norte.

Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX, cuando los exploradores y viajeros de la época dieron a conocer al entonces mundo moderno, las espectaculares ciudades mayas que yacían ocultas bajo la densa selva del sureste mexicano y de Centroamérica. Vestigios que son hoy considerados valiosos testimonios de una singular cultura que experimentó un desarrollo sorprendente, sólo posible con el avance de una organización social, política y económica.

El destape de estas ciudades antiguas y a medida que los viajeros las visitaban, exploraban sus rincones, descubrían nuevos vestigios y entendían el entorno geográfico y natural; crecía el interés por saber más de estos pueblos, su cultura, formación, pensamiento, estructura, intereses y creencias, así como se daba lugar a nuevas incógnitas que emergían para estimular hipótesis que respondieran algo esencial, ¿quiénes las construyeron? y ¿quiénes las habitaron?

El explorador Augustus Le Plongeon (1825-1908), por ejemplo, planteaba su teoría en la que aseguraba que, la posibilidad de que una cultura de esa índole se desarrollara en América, sólo podía ser posible gracias a emigrantes de la Atlántida, idea que fue retomada por su esposa, Alice Dixon Le Plongeon (1852-1910), en su obra: El collar de la reina Moo.

Después de la Segunda Guerra Mundial, surgieron nuevos mitos en el imaginario colectivo, esto debido a que la cultura maya se comenzó a idealizar como una sociedad ejemplar en donde se pensaba que las bases de su progreso y dominio, habían sido sustentarse en la armonía, bondad, paz y sabiduría de sus sacerdotes a lo largo de la historia, dejando de lado los conceptos de guerra y conflicto. Esta teoría sonaba lógica, pero más que eso era idílica sobre todo después de haber sufrido los horrores de la guerra y el anhelo que se vivía en el momento por poseer una sociedad pacífica y dedicada a la agricultura, comercio, observación de los cielos, el desarrollo de las ciencias y las artes.

Mas adelante ésta teoría de sociedad pacífica sería uno más de los mitos que se derrumbarían, gracias a las investigaciones hoy sabemos que la guerra entre los mayas fue más que una realidad, de hecho el estado político tan fragmentado fue uno de los factores que ayudó a obstaculizar la conquista española por casi 200 años y a extender la lucha por el control de las poblaciones nativas.

El Castillo. Tulum, Quintana Roo, México

Si bien la conquista española fue un proceso consumado con la ayuda de la implantación del cristianismo en la región, la cultura maya con su espíritu inmortal ha permanecido en las entrañas de las comunidades que aún pertenecen a la selva, a la madre tierra y al respeto a sus ancestros. Las costumbres, el idioma, los rituales, las creencias y sus motivaciones siguen siendo transmitidos, venerados y honrados con orgullo. Hoy en día visitar sus templos, adentrarse en la selva virgen y acercarse a las comunidades nativas que aún subsisten, te pueden provocar una sensación de vivir y sentir lo que en realidad pudo haber sido pertenecer a ese fantástico mundo maya.

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Fuentes:

Martos, L.L. A. (2010) Definiendo lo Maya, CACCIANI, S. A. de C. V, Fundación Cultura Armella Spitalier.

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